El día que se nos fueron las luces.

29 Oct, 2021

Categorías: Vida y gente

Por: Marcelo Palacio Bermúdez.

¡Ahhhhhhhhhh, se cayó WhatsApp!

Esta sería posiblemente la exclamación más escuchada en todo el mundo el pasado cuatro de octubre cuando con sorpresa algunos, tristeza otros y desespero no pocos, asistimos a uno de los acontecimientos tecnológico más temidos por la humanidad: la caída de las Redes Sociales.

Y este suceso lleno de terror y espanto, nos debe conducir indefectiblemente a hacer un alto en el camino con el fin de hacer varias reflexiones acerca de nuestra relación íntima y estrecha con las tecnologías.

La primera de ellas nos orienta a pensar acerca del tiempo que las personas invierten durante el día en su conexión con las Redes. De acuerdo con el portal digital tecnívoro.com que analizó los datos de la “Encuesta de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones en Hogares” (EnTic, 2020), divulgada por el DANE, los colombianos pasamos en promedio 6,1 horas al día en Internet, y esto, señores, nos tiene que cuestionar acerca de la dependencia que se ha generado hacia cada uno de los dispositivos electrónicos que nos ofrece el mercado.

Y es que son muchas las horas que pasamos “pegados” al celular, a la tableta o al PC, en una actitud o en una posición de soledad que, aunque suene extraño, en la era de la comunicación y la conectividad, se ha venido incrementando.

En mi opinión, y en comparación con el comportamiento de personas de otras latitudes, es bueno detenernos para hacer una evaluación y determinar qué tanto nos está afectando el hecho de dedicarle esa gran cantidad de tiempo a los dispositivos.

Sería bueno preguntarse: ¿cuántas sonrisas de mis papás, de mis hijos, de mis hermanos, de mi esposo, de mi esposa, me estoy perdiendo? ¿Cuántos amaneceres o cuántos atardeceres he dejado de disfrutar? ¿Cuántos paisajes he dejado de contemplar? ¿Cuántas conversaciones frente a frente he desaprovechado?

Saber dosificar el tiempo que invertimos y que le dedicamos a los dispositivos electrónicos es importante para entender y disfrutar una acción muy simple: vivir.

Y el análisis anterior sirve para descubrir la segunda de nuestras reflexiones.

Y con ella pretendo hacer un examen de los temas a los que se recurre frecuentemente durante todo ese tiempo que se invierte en navegar a través de las Redes Sociales o a través de la Internet en general.

Y el resultado va muy de la mano con el planteamiento de la primera reflexión, porque si la persona no está en capacidad de discernir ni de dosificar el tiempo que invierte en esta actividad, mucho menos la tendrá para hacer un análisis serio sobre qué es lo realmente importante y valioso en esa maraña de información y ofertas de la Red.

Es preocupante, de acuerdo con la encuesta antes citada, la forma como en nuestro medio las personas desaprovechan esa cantidad de tiempo visitando portales que no aportan mayor cosa al crecimiento intelectual, espiritual, académico o formativo de la persona. Portales que por lo general presentan información amañada y que no tiene un soporte serio de objetividad y verificación; comentarios traídos de los cabellos y que corresponden a la opinión sesgada y acrítica de quien escribe o de quien muestra algún tipo de imagen.

Es innegable que la Internet es una herramienta interesantísima y muy valiosa, lastimosamente son las personas quienes en muchas ocasiones no tienen la capacidad de percibir cuáles son las rutas a seguir, esas rutas que las conduzcan al éxito, al progreso y a la felicidad.

Y todo esto nos lleva a la realidad que vivimos y que la encontramos en la tercera reflexión.

Debido a esa falta de capacidad a la hora de invertir el tiempo y de escoger la ruta que se va a seguir en la Red, nos encontramos en un nivel muy bajo de educación, en un nivel cultural que se aleja cada día más de la categoría de países donde las personas invierten menos tiempo en su conexión con la red y que saben perfectamente cómo hacerlo y cuáles son los destinos que buscan a la hora de estar frente a su celular, tableta o PC.

Y aquí aparece algo que podríamos denominar como incoherente, incongruente: Colombia ha avanzado en conectividad, pero no sabemos, lastimosamente, como utilizar adecuadamente las herramientas.

Qué tristeza que tengamos que asistir a la dolorosa escena en la que el campesino no sepa utilizar el azadón, o en la que el futbolista no sepa qué hacer con el balón, o en la que cirujano no sepa para qué le sirve el escalpelo; sería tristísimo ver expandirse eso que ya vivimos como usuarios de las tecnologías y que no nos ha permitido tomar consciencia y entender que somos nosotros quienes debemos dominar los sistemas… no al contrario, privándonos de tener la gracia de decirle a las futuras generaciones… “eso fue ese cuatro de octubre, de ahí en adelante ¡jamás se nos fueron las luces!”

Un abrazo a todos.

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